Regalo De Navidad para mis lectores y amigos, especialmente para aquellos que se dedican al Mundo De La
Política.
He tropezado por arte de
birlí-birloque, en una librería de viejo, aquí en Palma de Mallorca, con un
libro que lleva sobre su lomo el curioso
titulo del “Libro Del Señor de Shang”, en un principio pensé que se trataba de
un cuento oriental y pase de largo buscando en los anaqueles de la librería aún
no sé qué. Pero me quede con la copla, en mi cabeza resonaba ese curioso título
del “Libro del Señor de Shang”, por lo
que volví sobre mis pasos, lo saque del anaquel, para echarle una ojeada y
matar de una vez por todas mi curiosidad sobre aquel libro de paginas
amarillentas, de olor a papel viejo, y que, por lo que se desprendía de su
estado, no había sido abierto hacia
mucho tiempo o quizás nunca. Mi sorpresa fue mayúscula, tenía entre mis manos
un tratado de teoría política escrito entre los siglos III o IV antes de
Cristo, cuando China no era todavía un imperio. Lo compre y lo lleve a casa
para leerlo, reposadamente, con plena conciencia para compararlo con otros
pensadores políticos.
Sí, me sorprendió. Me
sorprendió en un principio encontrar aquel
tratado de política de la china antigua. Mi sorpresa fue aun mayor en la medida en que avanzaba en su lectura. Entendí rápidamente que me
encontraba ante el primer tratado de “real política” de que se tenga noticia,
pero y fundamentalmente entendí que
rivalizaba con “EL Príncipe” de Nicolás
Maquiavelo y los tratados políticos de Lenin y otros pensadores, donde se trazan, sin parangón, los lineamientos de
una política absoluta, donde la Ley y la Fuerza priman sobre los sentimientos y
los intereses de participación ciudadana en la cosa pública. Sus autores, en
los tres casos, muestran unas cualidades psicológicas especiales para realizar
este trabajo: mentes lógicas a toda prueba; conocimiento profundo de la
ambición humana; Voluntad política de hacer que no se detiene ante ningún
obstáculo; desprecio absoluto por sus congéneres; Y, rechazo numantino a
cualquier tipo de compromiso. No es, sin embargo, un caso aislado, no, con
inusitada frecuencia aparecen teóricos del estado que pretenden por “Razones de
Estado” transformar la política en una proposición demostrable lógicamente, en un teorema.
Como muchos políticos y teóricos
de la política, El Señor de Shang, pensaba, pienso yo, aquí en la cocina,
que vivía en una época de decadencia, de
furiosas turbulencias sociales, crisis económica incluida que ameritaban
decisiones rápidas y efectivas, de leyes
severas que impidieran el deterioro del Estado y la disolución de las
costumbres mediante la destrucción, previa, de las tradiciones ancestrales que
permitan la formulación de un Estado Nuevo, fuerte y obediente. El Señor de Shang pretendía
crear una sociedad compacta, unida, orientada hacia un solo objetivo: La guerra
y la conquista, el sometimiento de más
pueblos y más hombres y la imposición de la nueva Ley del Estado. Para el Señor
de Shang la ley tenía que destruir y
reconstruir la variedad del pueblo Chino hasta convertirlos en campesinos y guerreros. No había sitio para otras clases.
El Poder del Estado y la Guerra y la conquista eran las metas. El Hombre, el
ciudadano, eran simples fichas en su particular ajedrez.
Pero, ¿Quién era Shang? Shang sirvió como alto funcionario en el
estado de Qin 359 a 338 antes de
Cristo. Introdujo leyes y decretos que
permitieron a sus gobernantes someter a
toda China y fundar un imperio en el año 221 a. C. Sin embargo, es poco probable que Shang
escribiera el texto asociado a su nombre, pues tuvo que huir para salvar su
vida después de la muerte de su patrón y fue ejecutado poco después. Vale la
pena para todo estudioso de la
política empezar comparando Shang con el
pensamiento político de Nicolás Maquiavelo (1469-1527), fundador de la moderna
doctrina de la razón de Estado y, posiblemente, su pensador más original y
continuar con los textos políticos como La República de Platón, El Leviatán de Thomas Hobbes, El Ensayo sobre el Gobierno Civil de Locke,
El Espíritu de las Leyes de Montesquieu, El Contrato Social de Rousseau,
Discurso a la Nación alemana de Fichte, La Democracia en América de Alexis de
Tocqueville, El Manifiesto Comunista de Marx y Engels, El Pacto del Mayflower,
Mein Kamp de Hitler y muchas otras que al compararlas nos dan una idea clara
del mundo de la política, vínculo que los une a
todos ellos a pesar de los
diversos matices.
La historia de la humanidad está
jalonada no solo por los grandes acontecimientos, sino también por la creación
de ciertas obras literarias y políticas, que aparecen de tarde en tarde, y que
contribuyen o empujan nuevos
acontecimientos. En las obras citadas se encontraran muchas imperfecciones,
desigualdades, apaños, sinuosidades y vicios propiciados por la pasión
partidista y, algunas, verdaderamente
odiosas. Hay que hacer notar también, que a pesar de las taras señaladas, en algunas de esas obras, no les
impidieron obtener resonancia histórica, porque
lo que predicaban respondía particularmente a las preocupaciones, a la
pasión política del momento. Por todo ello debemos cuidar de las palabras, de la forma como las usamos,
de la transcripción de nuestro pensamiento. Dice el adagio popular que, “Quien
dice lo que piensa, no piensa lo que dice”, no de otra manera se puede explicar
la manida definición de política en auge: “La política es el arte de lo
posible”. ¿Cómo debemos traducirla? Como definición no está mal, como principio
es un fiasco: Se dice, ni más ni menos, que no se puede hacer nada, que la
política es el arte de engañar a los incautos. Olvidan, algunos, que la
política es hacer todo aquello que este orientado al bien común, a mejorar las
sociedades en que nos ha tocado vivir.
Un ejemplo de ese tipo de totalitarismo que
denuncio es el llevado a efecto por
algunos gobernantes Colombianos para quienes el libre disenso es
sinónimo de pertenecer al enemigo, al
genio del malsín comprender siquiera que
es el particular derecho a la
libre expresión el que hace posible la democracia, que la constitución
política, las leyes y los tratados están para cumplirlos y no solamente para
pasar de puntillas sobre ellos haciendo
como que se cumplen para engañar a propios y extraños.
Como quiera que no haya
encontrado “El Libro del Señor de Shang”
en la red me permito agregarles el
archivo de “El Arte de la Guerra” de Tzun Tzu considerado como uno de los mejores
libros sobre estrategia de todos los tiempos, para que se regocijen en su
lectura y tengan a mano enseñanzas que jamás sobran en el transcurso de la
vida…
FELIZ NAVIDAD Y PROSPERO AÑO 2012-2013
Carlos Herrera Rozo.
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