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lunes, 17 de agosto de 2020

 Si quieren los políticos Colombianos acabar con la violencia política, la guerrilla y el narcotráfico que declaren, de una vez por todas, que se vive un conflicto armado que vulnera todas las instituciones del país. No lo harán, porque saben que el gobierno tendría que comportarse de acuerdo a los principios y tratados internacionales sobre conflictos armados. No lo harán, por cuánto tanto los líderes políticos como los carteles de la mafia y comandantes guerrilleros entrarían en la Jurisdicción de la Corte Penal Internacional. No lo harán, porque declarar al país zona de guerra pondría en evidencia la política estadounidense sobre la región.No podrían esconder su apoyo a los regímenes títeres y a sus ejércitos en sus esfuerzos "anti droga" y por dominar el comercio y las materias primas de los estados en cuestión, toda vez que se le identificaría con conflictos activos vigilados por los Tribunales de La Haya. Por todo ello y por muchos otros intereses mezquinos no declararán el estado en conflicto armado... sus intereses valen más, según ellos, que el horror de los derramamientos de sangre, más que el terror permanente en que viven las sociedades que gobiernan.

Para reflexionar...


Si vamos a encontrarle algún sentido al crimen organizado, a la violencia  en Colombia, en America Latina, tenemos que abrir vien los ojos. Los cinturones de miseria, los barrios pobres no son la causa de las guerras criminales dirigidas por el narcotrafico, pero tenemos que admitir que, gracias a la desatención del estado, a su abandono permanente, son presa fácil de los facinerosos que les facilitan la supervivencia.  Los empresarios ricos, los políticos corruptos,la banca en general y los cuerpos de seguridad del estado suelen mover los hilos, y muchas bandas criminales no podrían operar sin éstos cómplices. La cadena de dinero y servicios vinculada con el crimen organizado llega a la puerta de todos ellos y alcanza a toda la población. Otra cosa, bien diferente,es la violencia generada por la guerrilla como respuesta a gobiernos desastrosos. También la guerra  generada por la violencia política ha sido penetrada por el trafico de estupefacientes para financiar su actividad frente a un estado inamovible, incapaz de reformas contundentes que permitan una sociedad mas justa e igualitaria.  El problema se  agrava en virtud de que, por razones del tráfico de drogas, el estado por facilidad represora vincula las dos violencias para atacar con mayor ferocidad a los disidentes ideológicos  que a los criminales que le prestan esporádicos servicios en financiamiento de campañas electorales. Y, así vamos hacia la derrota final...