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miércoles, 15 de octubre de 2008

DOCENAS DE MILES DE MILLONES PARA SALVAR LOS BANCOS; NADA PARA SALVAR A LAS PERSONAS

Docenas de miles de millones para salvar a los bancos; nada para salvar a las personas

Juan Torres López
Rebelión


El Banco Central Europeo acaba de inyectar docenas de miles de millones de euros en los mercados para salvar a los bancos. Solo 70.000 millones en un solo día, y muchos más en los anteriores y siguientes. La Reserva Federal ha hecho exactamente igual: llegó a inyectar 50.000 millones de dólares en una jornada, y tamben otros muchos miles de millones de recursos públicos para hacerse cargo de las pérdidas de bancos en quiebra o para refinanciar a otros que están hasta el cuello como consecuencia de sus operaciones arriesgadísimas.

Es verdad que estos bancos centrales no ponen dinero a disposición libre de los bancos en crisis, sino que lo que hacen es proporcionar financiación, la mayoría de las veces a través de fórmulas muy sofisticadas, que en realidad no suponen que aumente la disposición efectiva de dinero de quien lo recibe. Pero, en cualquier caso, estas inyecciones de liquidez en los mercados suponen una válvula de escape para los bancos, que gracias a ello pueden seguir realizando sus operaciones habituales y, en consecuencia, continuar obteniendo nuevos y más altos beneficios.

Se trata de operaciones que solo agravan el problema. En primer lugar, porque lo que hacen los bancos con esa liquidez es continuar con lo que hoy día saben y les conviene hacer: especular con productos financieros muy arriesgados (como las hipotecas subprime o los "paquetes" compuestos con ellas) que son los que han provocado la crisis. Y, en segundo lugar, porque así no abordan la cuestión de fondo fundamental: acabar de una vez con la regulación tramposa que ha permitido que las finanzas internacionales sean un auténtico espacio opaco de chanchullos, de engaños, de corrupción, de opacidad y de riesgo extraordinario aunque muy rentable para los bancos y especuladores.

Estas dos circunstancias son las que permiten afirmar sin ningún género de dudas que los bancos centrales han sido, primero, corresponsables de la crisis (por haber establecido la regulación que ha permitido que pase lo que ha pasado); luego, cómplices de los bancos que han llevado a cabo las operaciones que han provocado la crisis (por hacer oídos sordos a las demandas de intervención que se se han hecho para evitar las corruptelas y el riesgo); y, a la postre, pirómanos metidos a bomberos (por aplicar políticas y tomar decisiones que no hacen sino alimentar la crisis que dicen abordar).

Por todo ello, los bancos centrales, sometidos como hoy día lo están a la ideología ciega de los neoliberales que los gobiernan, se han convertido en unas instituciones verdaderamente negativas y peligrosas para la estabilidad de la economía mundial. Pero no solo por esas razones.

Hay que tener muy poca vergüenza, una falta de sensibilidad infinita y un cinismo visceral para estar haciendo todo eso para favorecer a los bancos propiedad de los más ricos del mundo y, al mismo tiempo, no tener más discurso que demandar salarios más bajos y austeridad para los que menos tienen. Y, por supuesto, hay que tener una sangre muy especial para ser capaces de estar proporcionando a los mercados bancarios cientos de miles de millones de dólares de financiación privilegiada y no tener ni un miserable euro, ni un podrido dólar para ponerlo a disposición de los 900 millones de hambrientos del planeta, de las poblaciones pobres de Haití, de Cuba que padecen los destrozos de los huracanes o de otros países que pasan sufrimientos de todo tipo.

Tienen todo el poder y el dinero, pero carecen de la generosidad y de la sensibilidad que diferencia a los seres humanos de los animales. Son eso, animales programados solamente para ganar dinero: dispuestos a darlo todo para salvar a los bancos, pero incapaces de dar nada para salvar a las personas.

Lo que está pasando en nuestro planeta es realmente increíble: los organismos internacionales, las ONG, miles y miles de personas reclamamos solidaridad, ayuda, cooperación, un reparto más equitativo de la riqueza, sensibilidad ante e sufrimiento ajeno. Y los gobiernos y los bancos siempre dicen lo mismo: que no hay dinero, que hay que recortar gastos, que no es bueno que los estados intervengan... Lo contrario de lo que hacen cuando los necesitados son los ricos. Entonces, todo es ayuda y los discursos de antes se olvidan.

Un discurso cínico y criminal contra el que es preciso que los ciudadanos nos rebelemos de la manera que sea con toda nuestra fuerza.
-"¿Qué medidas van a tomar los estados para que quienes no puedan ahora pagar sus hipotecas, por cuanto quedaron en el paro, no pierdan sus viviendas y el dinero que hasta el momento han pagado por ellas?"-

Juan Torres López es catedrático de Economía Aplicada. Su web personal: www.juantorreslopez.com

domingo, 12 de octubre de 2008

LOS ASESINATOS EN COLOMBIA

Los asesinatos en Colombia

Mauricio Castaño H
Historiador
mauriciojota@yahoo.es

Colombia entera lloró de manera manipulada una sola tragedia con el asesinato del niño Santiago. El escándalo fue explotado por todos medios de comunicación para su difusión amarillista. No hubo medio electrónico, hablado o escrito que no registrara la condenable muerte del pequeño. A partir de este contexto mediático nacional, aparecieron todo tipo de líderes a pedir cadena perpetua, pena de muerte, castración y otro sin número de propuestas propias de la calentura del momento. Ninguno de los vociferantes, ni siquiera los que pasan por nueva generación política como David Luna o Simón Gaviria, ni el propio fiscal Mario Iguarán, se les ocurrió ni antes, ni durante, ni después, mencionar 132 muertes de niños y niñas. Ni tampoco se les ocurrió aclarar que 31 de ellos eran tan solo bebés.

Como tampoco hubo denuncias de moralistas, ni despliegue de medios de comunicación de igual magnitud a la masacre de un bebé de 4 meses asesinado junto a sus padres y encontrados en una fosa común, a manos de un paramilitar. Igual suerte se corrió con los 100 asesinados y luego desenterrados e incinerados para borrar cualquier evidencia como lo confesó el paramilitar, Jorge Iván Laverde, alias el Iguano. Y con las ejecuciones extrajudiciales cometidas por el ejército a los jóvenes de Soacha y que luego fueron presentados como positivos, para ganar, entre otras cosas, días de descanso, ocurrió otro tanto de silencio.

Tampoco a ninguno de estos protagonistas que hablan como adalides de la justicia pública, se le ha escuchado denunciar la desproporción, de simple aritmética, que hay en la aplicación de la justicia a paramilitares por un lado, y a delincuentes comunes por otro. Por ejemplo, al asesino del niño Santiago se le aplicará la pena máxima de 60 años sin ningún beneficio, que con la expectativa de vida que hay en Colombia, equivaldría a cadena perpetua. En este hecho la Ley es Dura. En el caso de un paramilitar que hasta el momento ha reconocido 5 mil muertes, léase bien cinco mil asesinatos, tan sólo pagará 8 años de cárcel, que haciendo cuentas mal hechas, pagaría por muerto menos de 12 horas de prisión. En este hecho la ley es blanda. Muy blanda.

Vemos en esta escena mediática un recurso de uso manipulador. Pues si bien el amarillismo garantiza buena audiencia, también es de gran utilidad para el Gobierno, poder extender una cortina de humo para encubrir asesinatos que rayan con un peligroso quiebre institucional. El país presenció, no con la importancia debida, la penetración de la mafia en el aparato fiscal. Hoy este debate delicado prácticamente se ocultó.

Este recurso de usar la tragedia de niños para ocultar problemas reales, lo conocemos de gobiernos anteriores. Con el gobierno de Turbay Ayala, se creó la tragedia nacional con otro niño cuyo nombre, decían, era Nicolás, y que todos los medios le llamaron en diminutivo: Nicolasito, para despertar mayor sensibilidad. De él nunca se conocieron las imágenes que lo mostraron tragado por un poso, ni así, ni de ninguna otra manera. Lo que sí se especuló mucho fue que tal entretenimiento fue creado para pasar el cargamento de drogas alucinógenas más grande hasta el momento hecho en el país. Otro tanto hizo el gobierno de Belisario Betancur con la tragedia de la niña Omaira. Una pequeña a la que mientras le televisaban su agonía, los medios eludían la discusión sobre la responsabilidad de la quema del Palacio de Justicia.

Preocupa no ver en todo este show institucional, un proceso sacrificial en el que se quiera limpiar algún pecado colectivo que traiga la paz por medio de un chivo expiatorio, algo similar cuando los antiguos ofrecían niños en los rituales para calmar al Dios iracundo y a la multitud sedienta de violencia. Para hacernos entender mejor, recordemos el contexto sagrado del mundo antiguo atravesado por el mito. En la antigua ciudad de Cartago, se mandaba a construir un enorme toro en bronce, hueco por dentro y con orificio en el lomo, luego se calentaba hasta estar bien al rojo vivo, inmediatamente se le vertían los primogénitos capturados al azar, y así los expectantes oían, no sus gritos, sino el Gran Rugir de la bestia ofrecida a su Dios que clamaba Justicia. El sacrificio estaba conjurado. De esta manera la turba saciaba su sed de violencia y los dioses estaban regocijados. Una espiral de violencia se contenía.

En nuestra Colombia no vemos ningún conjuro. Por el contrario, se atiza la violencia. El Gobierno colombiano escamotea la realidad general con la tragedia particular. A pocos días de esta tragedia espectáculo, uno de los banqueros connotados del país, azuza al Gobierno a que declare la conmoción interior para dar solución, decía, a la inoperancia de la justicia. ¿Será que la dirigencia colombiana continuará insistiendo, muy a contravía del orden mundial, en ocultar lo nefasto de los modelos mediáticos que traen mucho más injusticias y males que los que prometieron solucionar?
TOMADO DE SEMANARIO VIRTUAL CAJA DE HERRAMIENTAS
Octubre de 2008

EN EL NOMBRE DE URIBE

En el nombre de Uribe

José Darío Castrillón Orozco
Psicólogo

Paralelo al derrumbe de las bolsas de valores en todo el mundo el precio de la vida en Colombia, cae estrepitosamente: en marzo de este año, el Ministerio de Defensa pagaba $5.000’000.000 (Cinco mil millones de pesos) por un guerrillero descuartizado, en este septiembre pagó $3’000.000 (tres millones) por la entrega de cada uno de los jóvenes de Soacha, asesinados en Santander. Así lo estableció un periodista de Caracol radio, indagando en esa localidad. Alegaría el Ministerio que el valor agregado del primer caso no se presenta en los muchachos pobres de la localidad cundinamarquesa, o que al por mayor es más barato, o que los civiles valen menos. El resultado es el mismo: vidas con precio, atrocidad recompensada.

Todo lo relacionado con la desaparición y muerte de los muchachos a manos del Ejercito Nacional, se nombra, a viva voz, como ejecuciones extrajudiciales, pues tal es su connotación jurídica. Más, en un tono de susurro, se denominan falsos positivos dada su connotación política.

No es un fenómeno nuevo. Reporta la Alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, en su décimo informe de 2007, cómo se incrementan los casos desde el 2005, y cómo estas conductas se registran en 21 departamentos. La Gobernación de Antioquia, cuando no tenía rabo de paja y sí compromiso con los derechos de los antioqueños, reportó ejecuciones extrajudiciales en el departamento desde el 2004. La Comisión Colombiana de Juristas y el Observatorio de derechos humanos y derecho humanitario de la Coordinación Colombia – Europa – Estados Unidos, reportan casos desde 2002, mostrando cómo las estadísticas de ejecuciones extrajudiciales se incrementaron entre el 2002 y el 2007, en un 65,51%, en relación al quinquenio anterior (1997-2002).[1]

La respuesta presidencial, en ese entonces, fue que las denuncias de ejecuciones extrajudiciales eran obra de la guerrilla por medio de “sus corifeos en el país y en el extranjero”. Mientras su Ministro de Defensa argumentaba que se trataba de “guerra política y guerra jurídica” de la guerrilla. Uribe no pudo sostener más su argumento, la magnitud, lo extendido de los hechos, y el incremento exponencial del último año han obligado a reconocerlos.

Ahora, Fiscal General de la Nación y Presidente de la República se esfuerzan por presentar el caso de los jóvenes del sur de Bogotá que aparecieron muertos en Ocaña, como un caso aislado. Dejando de lado que las denuncias de situaciones similares se hacen desde Antioquia, Sucre, Córdoba, el eje cafetero, Valle del Cauca, los Santanderes, Llanos orientales, Nariño, y, probablemente, de otros departamentos. Todos obedecen a un mismo patrón, establecido por la revista Semana, en su artículo “una tesis macabra”. Se trata de una actividad sistemática que no se puede encubrir con la tesis de “la manzana podrida”, porque son cientos de casos diseminados por todo el país, y en distintas fuerzas de los organismos de seguridad. Cita la revista al representante de la Oficina del Alto Comisionado de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, Javier Fernández, quien asegura: “Esto no se puede tratar como casos aislados porque lo que estamos viendo posiblemente es la actuación de una macabra red criminal”.

En los últimos casos conocidos, de un año para acá, los que iban a morir fueron llevados con señuelos, legales e ilegales, no se puede desconocer la enorme fuerza de atracción que la ilegalidad tiene en las mayorías nacionales. Antes, como sucedió en el Departamento de Antioquia, eran capturados por la fuerza pública, casi siempre en sus casas y entornos laborales, para posteriormente ser asesinados y presentados como bajas en combate. Hay un cambio de modalidad en esto: ya los reclutamientos de las futuras bajas no las hace la oficialidad, sino que cuenta con una red de apoyo para esto. Los traficantes de vidas para eficacia de los guerreros, detectados hasta ahora, son informantes del ejército. Dado el funcionamiento sistemático, en red, es legítimo suponer que coincide con la red de informantes, siendo una forma de vincular civiles a las labores militares, la definición clásica de paramilitarismo.

La finalidad de estos crímenes se mira por las prebendas que obtienen los militares por la presentación de bajas en combate, tal como lo señala el Ministro de Defensa, quien afirma que ya la política de ese despacho no es matar insurgentes, sino desmovilizarlos. Sin que por ello haya desmontado los estímulos que su despacho dispone para tales procedimientos: recompensas en dinero, licencias, permisos, condecoraciones y ascensos, dependiendo de la cantidad de difuntos. Lo cual desmiente su explicación, y muestra que sí es una política para los militares incentivarlos a presentar muertos.

Pero, no sólo se han beneficiado los soldados y oficiales de tales crímenes. El ministro, Juan Manuel Santos, pasó de ser un personaje oscuro a figurar en la galería de los presidenciales, gracias a que los informes de su ministerio son todo un obituario.

Ministro, las ejecuciones extrajudiciales también sirven al propósito de disuadir a la población, de participar en el conflicto, eso que llaman terrorismo de Estado. Pero tienen, además, un rendimiento publicitario. La imagen exitosa de “la seguridad democrática”, es decir, la de Uribe, se ha nutrido de los asesinatos de jóvenes pobres. Desde los falsos atentados que le costaron la vida a varios ciudadanos, orquestados por su “buen muchacho” Jorge Noguera, en la campaña a la presidencia, se fue aquilatando su perfil de hombre para la guerra. Incluso, invocando aquellos falsos positivos declaró la primera conmoción interior, con su secuela de detenciones masivas.

Porque los pilares de la seguridad democrática, aparentemente son la ocupación del territorio y la protección a la población civil. Pero en verdad lo que se ocupa son los medios de comunicación, particularmente la televisión, y la población civil no pasa de ser carne de cañón. Así, negado el conflicto queda el show pantallero. Y el espectáculo debe continuar, por lo cual son necesarios los cadáveres para alimentar la función. Y han acertado con esto, los espectadores se han tornado en necrófilos y reclaman cuerpos abatidos, así sean de civiles, porque el pueblo colombiano, a falta de pan hizo de la guerra un circo.

Hace sólo dos semanas, en la Asamblea General de las Naciones Unidas, el presidente Uribe cobraba a la comunidad internacional los réditos de esta política de falsos positivos. En un discurso calcado del que pronunció como hace dos años, afirmó: “De un número aproximado de 60.000 terroristas que afectaban al País al inicio del Gobierno, 48.000 han abandonado sus organizaciones criminales… En 2008, hasta el 17 de septiembre, se habían desmovilizado 2.436 guerrilleros, de ellos 2.147 de las Farc.” ¿De dónde salen las cifras iniciales? Nunca, ningún analista, ha calculado más allá de 17.000 los integrantes de las FARC al inicio del Gobierno, ni en más de 5.000 al ELN, y Carlos Castaño, como vocero oficial de los paramilitares afirmaba que ellos eran 12.000. Y estos son cálculos maximalistas, ¿por qué el desfase de cifras dobladas? Para arropar las ejecuciones extrajudiciales, los falsos positivos. Si hace un año sostenía en el mismo recinto de la ONU: “todavía quedan alrededor de 11.000”, con todos los que ha matado, encarcelado y desmovilizado, ya no debe quedar uno. Incluso le quedan debiendo militantes.

Hace poco, Jorge Orlando Melo citaba un estudio según el cual, se han producido en los gobiernos de Uribe, hasta enero de este año, 50.300 bajas sólo a las FARC, entre muertos, detenidos y reinsertados. Lo cual contradice hasta la mentira presentada a las Naciones Unidas, porque si se suman a los paramilitares desmovilizados, y a las bajas del ELN, pasa de 100.000 el inventario de enemigos puestos fuera de combate. En esto radica el prestigio de la seguridad democrática, léase Uribe, en hinchar cifras. Falta el registro de los detenidos con falsas acusaciones, obra de la misma red de informantes. Siempre se ha dicho que cae más fácil un mentiroso que un cojo, y el tema de los falsos positivos desenmascara los fundamentos de la seguridad democrática, los de Uribe.

Por eso no se puede hablar de casos aislados, ni siquiera de “daño colateral”, que es un eufemismo de asesinato. Las ejecuciones extrajudiciales presentadas como falsos positivos, son un componente estructural de la “seguridad democrática”, o de Uribe, con conocimiento y consentimiento pleno del Presidente, sus ministros y sus huestes en el congreso. También por el Fiscal General que anda en función de minimizar el asunto, y que seguramente pondrá de chivos expiatorios a un manojo de soldados y suboficiales de las Fuerzas Armadas, dejando impune a quienes más se han beneficiado de este proceder criminal: la cúpula militar, el Presidente, sus ministros, y los empresarios que se enriquecen desaforadamente con las mercedes de este Gobierno.

Luego de castigar a los de menos responsabilidad, la función debe continuar, es decir, la política de seguridad democrática seguirá abrillantándose con sangre inocente. Porque a nombre de los éxitos de esta política, a la que hasta Petro le hace reverencia, se llama a cohonestar con las mañas de baja estofa de que hace gala el uribismo. Incluso, por los méritos de la seguridad democrática, es decir por los de Uribe, se pide sobrellevar con resignación el desempleo y la pobreza generalizada. Pobreza que, pese a la penuria, es cardinalmente moral.

Por eso se llama a reelegir la seguridad democrática, o sea a Uribe, porque es un comodín que permite encubrir cualquier fechoría, y se va a seguir valorizando, aunque, entre más se valora la seguridad democrática, o sea Uribe, más se desvaloriza la vida en el país donde la vida no vale nada, sobre todo la de los pobres.
TOMADO DE SEMANARIO VIRTUAL CAJA DE HERRAMIENTAS
Octubre de 2008

sábado, 11 de octubre de 2008

¿CIUDADANOS COMPROMETIDOS CON EL ESTADO DE DERECHO O POLÍTICOS IMBECILES COMPROMETIDOS CON EL TOTALITARISMO Y LA IGNORANCIA?

¿CIUDADANOS COMPROMETIDOS CON EL ESTADO DE DERECHO O POLÍTICOS IMBECILES COMPROMETIDOS CON EL TOTALITARISMO Y LA IGNORANCIA?

Se escucha, con inusitada frecuencia, entre los ciudadanos, especialmente de las clases medias, de todas las edades, en capacidad de razonar, que no les interesa la política. Dicha apreciación conduce a algunos bien pensantes, previo análisis de la situación, a proponer un mayor desarrollo de la cultura ciudadana haciendo hincapié allí donde con más énfasis debe aplicarse: en las aulas escolares, habida cuenta de que loro viejo no aprende a hablar…

Lo curioso de la situación, después de mucho vaivén dialectico, es que una importante fracción del pensamiento conservador y de la curia, inserta en menesteres que no son de su competencia, pretendan a propósito, prescindir de los ciudadanos, es decir, de la democracia: tienen la convicción de que los ciudadanos son una manada de ignorantes que desconocen a los demás, que no saben de la cosa pública, que son desinformados e incoherentes. Olvidan, muy pronto estos “sabios”, que han sido los ciudadanos, en su suprema “estulticia”, quienes los han elegido para que los representen en los cuerpos colegiados, de conformidad con lo estatuido por el estado de derecho. La democracia, tal como la conocemos, se ofrece equitativamente a todos los ciudadanos, sin excepciones, en el entendimiento de que todos obraran, de acuerdo a su leal saber y entender, para mejorar las condiciones de vida de las colectividades donde les ha tocado vivir. Las instituciones, los mecanismos de la democracia y la misma actividad política deben combinarse para hacer efectivo el libre funcionamiento de las ideologías para que funcione, sin tropiezos, la oferta y la demanda en éste particular mercado.

Se observa desde las instituciones y con marcado acento desde el mundo político el deterioro del ejercicio de los derechos ciudadanos, la desinformación política y el aumento de la abstención en las lides democráticas. ¿Por qué tanto desinterés? ¿Podría afirmarse que el desinterés ciudadano por los asuntos colectivos está vinculado a la falta de cultura cívica y a la conciencia de que su participación en los asuntos públicos es mínima e irrelevante? Los dos fenómenos apuntan al meollo del asunto que nos ocupa, además de la convicción generalizada de la corrupción de los gestores políticos. La convicción de que la participación es irrelevante encuentra asiento en la creencia de que el voto personal cuenta poco o no cuenta nada entre millones de votos, y, de otra, en la percepción mediata, de que los beneficios obtenidos no son los esperados. Debe contarse además con la desaparición de los espacios de politización en los centros de trabajo, en la escuela y en las universidades, en la desestructuración de la familia, el individualismo a ultranza, el egoísmo y la desinformación propiciada desde los centros de poder por los medios de comunicación con la promoción de la política del miedo. Son muchos los factores que afectan hoy las decisiones ciudadanas y la cultura cívica. El deterioro de la cultura cívica tiene consecuencias desastrosas para la vida en común: falta de legitimidad de las decisiones que afectan al conglomerado social, rapto de la actividad política por parte de quienes detentan el poder económico, perdida de derechos democráticos y perdida de la gestión pública. Para acercar los ciudadanos a la vida pública se requiere voluntad política para escuchar y llevar a la práctica las exigencias de la colectividad. La tesis conservadora al respecto es la que afirma que: “la democracia no funciona cuando se hace lo que los electores exigen…” Según esta teoría, la indiferencia ciudadana, seria señal del buen funcionamiento del sistema democrático, es decir que, la democracia nada tiene que ver con la participación y la voluntad general…

Debemos recordarle a los gerifaltes que, mal que bien, la sociedad funciona porque parte importante de las acciones humanas no se rigen por cálculos mezquinos, sino por valores éticos y emocionales: nos indignamos ante las injusticias; sentimos vergüenza ante nuestros yerros; nos sentimos culpables cuando violamos las normas, etc. Hechos que solo son posibles cuando hay concordancia entre nuestras acciones y nuestro pacto social. Por ello la disposición a participar en la vida pública y en especial en la actividad política depende de la percepción ciudadana de la importancia que se otorgue a las exigencias de la colectividad. Quien sabe que no se le escucha, no se molesta en hablar. No es estúpido, es sensato. Las instituciones deben ser más sensibles a la vocación pública del ciudadano.

En resumen, el problema de la falta de cultura cívica tiene que ver menos con los ciudadanos que con las reglas de juego con las que se manejan. Forma parte del diseño y rediseño con que los partidos políticos de una parte, y las instituciones por otra, ponen en práctica de acuerdo a sus particularísimas necesidades. Está en el origen de los supuestos liberales que inspiran la democracia, es la forma como el liberalismo pretende resolver el conflicto democracia-ciudadano: “protegiendo” al ciudadano de la política. Permítaseme, para tener una visión grafica del problema, traer a colación, la historia de Kalil:

Un misionero llega a África con la misión de llevar la palabra de Dios a los aborígenes de una aldea perdida en la manigua. El misionero lleva seis meses tratando de explicarle a sus alumnos qué es una obra buena y qué una obra mala. Pasado el tiempo, decide examinar a sus alumnos y pregunta a uno de ellos:
Kalil, ¿qué es una obra buena y qué una obra mala?

-A lo que el aludido responde:-
-Una obra mala es que otro robe las vacas de mi señor…
¡Muy bien Kalil! Y, ¿Una obra buena?
-¡Que mi señor robe las vacas de otro!

Y es que para los liberales la pérdida de libertad empieza cuando las decisiones de otros, de la comunidad política, recae sobre mi y sobre lo que entiendo por libertad, y mi libertad aumenta cuando aumentan mis competencias, especialmente las que están excluidas por el contrato social. En estas condiciones, para los conservadores, los más liberales, es natural que la actividad política, antes que una garantía de libertad y convivencia, se entienda como un peligro, una amenaza a los intereses de las elites políticas y económicas.

La democracia exige la participación de todos en las decisiones que recaen sobre todos. Es decir que, han de ampliarse los ámbitos democráticos para revalorizar la participación ciudadana en la vida pública. La educación para la ciudadanía es básica si queremos priorizar la democracia participativa y hacer de las nuevas generaciones de ciudadanos personas comprometidas “CON LAS COLECTIVIDADES CON LAS QUE LES HA TOCADO VIVIR”.

Carlos Herrera Rozo.

lunes, 6 de octubre de 2008

LA CRISIS DEL SIGLO

LA CRISIS DEL SIGLO
POR IGNACIO RAMONET

Los terremotos que sacudieron
las Bolsas durante el
pasado “septiembre negro”
han precipitado el fin de
una era del capitalismo. La arquitectura
financiera internacional se ha
tambaleado. Y el riesgo sistémico permanece.
Nada volverá a ser como antes.Regresa el Estado.

El desplome de Wall Street es
comparable, en la esfera financiera,
a lo que representó, en el ámbito
geopolítico, la caída del muro de
Berlín. Un cambio de mundo y un
giro copernicano. Lo afirma Paul
Samuelson, premio Nobel de Economía:
“Esta debacle es para el
capitalismo lo que la caída de la
URSS fue para el comunismo”. Se
termina el periodo abierto en 1981
con la fórmula de Ronald Reagan:
El Estado no es la solución, es el
problema”
. Durante treinta años, los
fundamentalistas del mercado repitieron
que éste siempre tenía razón,
que la globalización era sinónimo de
felicidad, y que el capitalismo financiero
edificaba el paraíso terrenal para
todos. Se equivocaron.

La “edad de oro” de Wall Street
se ha acabado. Y también una etapa
de exuberancia y despilfarro representada
por una aristocracia de
banqueros de inversión, “amos del
universo” denunciados por Tom Wolfe
en La Hoguera de las vanidades
(1987). Poseídos por una lógica de
rentabilidad a corto plazo. Por la búsqueda
de beneficios exorbitantes. Dispuestos
a todo para sacar ganancias:
ventas a corto abusivas, manipulaciones,
invención de instrumentos
opacos, titulización de activos, contratos
de cobertura de riesgos, hedge
funds… La fiebre del provecho fácil
se contagió a todo el planeta. Los
mercados se sobrecalentaron, alimentados
por un exceso de financiación
que facilitó el alza de los precios.

La globalización condujo la economía
mundial a tomar la forma de
una economía de papel, virtual, inmaterial.
La esfera financiera llegó a
representar más de 250 billones de euros,
o sea seis veces el montante de la
riqueza real mundial. Y de golpe, esa
gigantesca “burbuja” ha reventado.

El desastre es de dimensiones
apocalípticas. Más de 200.000 millones
de euros se han esfumado. La
banca de inversión ha sido borrada
del mapa. Las cinco
mayores entidades se
han desmoronado:
Lehman Brothers en
bancarrota; Bear Stearns
comprado, con
la ayuda de la Reserva
Federal (Fed), por
Morgan Chase; Merril
Lynch adquirido
por Bank of America;
y los dos últimos,
Goldman Sachs
y Morgan Stanley
(en parte comprado
por el japonés Mitsubishi
UFJ), reconvertidos
en simples
bancos comerciales.

Toda la cadena de funcionamiento
del aparato financiero se ha
colapsado. No sólo la banca de inversión,
sino los bancos centrales, los
sistemas de regulación, los bancos
comerciales, las cajas de ahorros, las
compañías de seguros, las agencias
de calificación de riesgos (Standard&
Poors, Moody’s, Fitch) y hasta
las auditoras contables (Deloitte,
Ernst&Young, PwC).

El naufragio no puede sorprender
a nadie. El escándalo de las “hipotecas
basura” (subprime) era sabido
de todos. Igual que el exceso de liquidez
orientado a la especulación, y la
explosión delirante de los precios de
la vivienda. Todo esto ha sido denunciado
–en estas columnas– desde hace
tiempo. Sin que nadie se inmutase.
Porque el crimen beneficiaba a muchos.
Y se siguió afirmando que la
empresa privada y el mercado lo arreglaban
todo.

La Administración del Presidente
George W. Bush ha tenido que renegar
de ese principio y recurrir,
masivamente, a la intervención del
Estado. Las principales entidades de
crédito inmobiliario, Fannie Mae y
Freddie Mac, han sido nacionalizadas.
También lo ha sido el American
International Group (AIG), la
mayor compañía de seguros del
mundo. Y el Secretario del Tesoro,
Henry Paulson (ex presidente de la
banca Goldman Sachs…) ha propuesto
un plan de rescate de las acciones
“tóxicas” procedentes de las
“hipotecas basura” por un valor de
unos 500.000 millones de euros, que
también adelantará el Estado, o sea
los contribuyentes.

Prueba del fracaso del sistema, estas
intervenciones del Estado –las mayores,
en volumen, de la historia
económica– demuestran que los mercados
no son capaces de regularse por
sí mismos. Se han autodestruido por
su propia voracidad. Además, se confirma
una ley del cinismo neoliberal:
se privatizan los beneficios pero se socializan
las pérdidas. Se hace pagar a
los pobres las excentricidades irracionales
de los banqueros, y se les amenaza,
en caso de que se nieguen a
pagar, con empobrecerlos aún más.
Las autoridades norteamericanas
acuden al rescate de los banksters
(“banquero gangster”) a expensas de
los ciudadanos. Hace unos meses, el
presidente Bush se negó a firmar una
ley que ofrecía una cobertura médica
a nueve millones de niños pobres
por un coste de 4.000 millones de
euros. Lo consideró un gasto inútil.
Ahora, para salvar a los rufianes de
Wall Street nada le parece suficiente.
Socialismo para los ricos, y capitalismo
salvaje para los pobres.

Este desastre ocurre en un momento
de vacío teórico de las izquierdas.
Las cuales no tienen “plan B”
para sacar provecho del descalabro.
En particular las de Europa, agarrotadas
por el choque de la crisis.
Cuando sería tiempo de refundación
y de audacia.

¿Cuánto durará la crisis? “Veinte
años si tenemos suerte, o menos de
diez si las autoridades actúan con
mano firme”, vaticina el editorialista
neoliberal Martin Wolf (1). Si existiese
una lógica política, este contexto
debería favorecer la elección del demócrata
Barack Obama (si no es asesinado)
a la presidencia de Estados
Unidos el 4 de noviembre próximo.

Es probable que, como Franklin D.
Roosevelt en 1930, el joven Presidente
lance un nuevo “New Deal” basado
en un neokeynesianismo que
confirmará el retorno del Estado en
la esfera económica. Y aportará por
fin mayor justicia social a los ciudadanos.
Se irá hacia un nuevo Bretton
Woods. La etapa más salvaje e irracional
de la globalización neoliberal
habrá terminado. 􀀟
(1) Financial Times, Londres, 23 de septiembre de

miércoles, 1 de octubre de 2008

LOS MILITARES Y LOS DERECHOS HUMANOS EN COLOMBIA

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Los militares y los derechos humanos en Colombia: una historia incompatible
Por: Equipo desde abajo - Enviar Correo al Autor

1. Todo claro, nada confuso: eran jóvenes y pobres.

No pocas familias de los barrios pobres de Bogotá1, Medellín, Montería, Sahagún, Tolú Viejo, Urabá y Aguachica, entre otras zonas, se hallan sumidas en un profundo y singular dolor por las desapariciones forzadas y posteriores crímenes de que han sido objeto sus hijos.

Estos actos de monstruosa violencia parecen obedecer más a una calculada estrategia de desaparición forzada con fines criminales promovidas por el ejercito, nada raro dado su historial de violación a los derechos humanos y al Derecho Internacional Humanitario, que a abiertos procesos de reclutamientos adelantados por las re-emergentes o más bien nunca extinguidas o desmovilizadas bandas de narcoparamilitares, las cuales por cierto siguen no sólo intimidando y desapareciendo a importante líderes de los movimientos sociales en Colombia, léase sindicalistas, estudiantes, campesinos/as, indígenas y miembro de las negritudes, sino cultivando importantes nexos tanto con las Fuerzas Militares como con altos funcionarios del Gobierno, entre ellos no pocos ubicados en el corazón del poder: la Casa de Nariño.

Los jóvenes que han sido desaparecidos y han terminado asesinados por ahora suman 48 personas en lo que va corrido de este año. Éstos graves hechos y los cuales algunos sectores de la prensa no han dejado de tildar como confusos, ofrecen, sin embargo, algunos elementos tantos claros como comunes y los cuales merecen ser tenidos en cuenta en la perspectiva de comprender de forma meridiana lo sucedido. Así, por ejemplo, 19 fueron los jóvenes desaparecidos en Bogotá y Soacha entre enero y agosto del presente año y que fueron sacados de sus casas con la excusa de proporcionales un trabajo fuera de la ciudad.

Tan sólo dos o cuatros días habían transcurrido desde el momento de haberse reportado su desaparición cuando éstos habían entrado como occisos a Medicina Legal en la provincia de Ocaña, Norte de Santander, a 700 kilómetros de la capital. El reporte de la Brigada Treinta2 con sede en esta misma jurisdicción del país y comandada por el General Paulino Coronado3 en su día ---y así lo ratificó hace poco— fue que, los muertos en combate eran miembros de un grupo paramilitar – ocho al menos—y uno del ELN, y que los mismos se habían producidos en los municipios de Ábrego, Villa Caro y Ocaña. Asimismo señaló que, el CTI y la Fiscalía certificaron el levantamiento de los cadáveres y que no hallaron ninguna irregularidad, (al tiempo que insistió en un buen obrar por parte del ejército en las referidas operaciones) ¿Qué tipo de diligencias hicieron o practicaron éstas instituciones? No es de extrañarme que esto ocurra y más con la herencia que dejó el Ex Fiscal Camilo Osorio4.

2. La Seguridad Democrática: Una máquina de Guerra contra los indefensos

Y si la Brigada Treinta está involucrada con lo que presumiblemente pueden ser unas ejecuciones sumariales en relación con los jóvenes bogotanos, no menos cierto es que a ésta misma Brigada se le señala de haber asesinado entre los meses de junio y agosto de este mismo años a cuatro personas oriundas del Sur del Cesar – Aguachica y Gamarra--, dos de ellas hay que subrayarlo, con disfuncionalidades psíquicas, y una, incluso, soldado profesional adscrito a la Brigada Móvil 22, quienes según el parte de la institución castrense fueron reportados como muertos en combate y como miembros del ELN y de las FARC respectivamente.

Con esta máquina de asesinar inocentes y pasarlos como miembros de organizaciones insurgentes es posible entender entonces porque de modo entusiasta los militares colombianos y el mismo Presidente Uribe suelen decir con mucha pomposidad que están venciendo a la insurgencia y que la Seguridad Democrática está dando sus frutos. Efectivamente, la Seguridad Democrática se ha convertido en una Máquina de Guerra y dolor contra los indefensos y en un poder en donde la infamia y la mentira anidan. Con estas fechorías cargadas de brutalidad contra ciudadanos indefensos es que los militares colombianos construyen sus viles triunfos y prodigan el crecimiento de sus putrefactas condecoraciones, ello, sin duda, bajo un régimen que pide manos, brazos, cabezas, en fin, cuerpos amputados para mostrarlos ante la ciega y sorda ciudadanía como ejemplo irreductibles de que su triunfo definitivo es posible y verdadero.

3. La Muerte de los Jóvenes, una acción extendida y coordinada.

Dentro de esta vorágine de sufrimiento y dolor, sin embargo, la Brigada Treinta no es la única que se une a la comparsa y al ritual de muerte. La Décima Primera Brigada5 que surgió en la primavera de 1987 y acompañó a la horda asesina de los Castaño Gil, primero a Fidel, luego a Carlos y últimamente a Vicente, y también a Mancuso y demás, parece que en esta ocasión está comprometida con este tipo de actos. No me extraña que sea cierto, pues en otras ocasiones la población monteriana y cordobesa sabía que a esta institución militar entraban y salían paramilitares de la peor laya.

Hoy se conoce que de los barrios de invasión que cercan a Montería; ciudad repleta de desplazados/as de Urabá, sur de Córdoba y otras zonas del sur del caribe, han salido jóvenes con el objeto de ganarse la vida en otras regiones del país. Al igual que los jóvenes bogotanos, al poco tiempo de desaparecidos éstos se reportan sus muertes en combate con las Fuerzas militares en sitios alejados de sus maltrechos lugares de residencia. El hecho de Córdoba, el de Tolú6 Viejo, el de Urabá, el de Pereira y de Bogotá y Soacha, últimamente, vienen a señalarnos que éstos crímenes son una estrategia con cobertura nacional y propósitos bien definidos; entre ellos, sin duda, mostrar resultados en la lucha contra la insurgencia o contra el paramilitarismo y afianzar por esta vía la idea de que en el país hoy impera la ley y la seguridad y de que el actual gobierno es prenda de garantía en el poder: los militares y los pederestes impulsores de Uribe gritan con estos crímenes: estamos ganando la guerra, referéndum y reelección ya.

De Córdoba, sin embargo, hay que subrayar que, de aquí han salido jóvenes que luego han sido asesinado en otros sitios o han llegado jóvenes de otros lugares que poco tiempo después han terminados ultimados por los militares de la Décima primera Brigada. Hace pocos tiempo un Fiscal de Derechos Humanos de la Fiscalía Regional dictó medida judicial7 contra varios miembros del Batallón de Infantería Junín, en especial contra el Teniente Edgar Andrés Santos y contra los soldados profesionales Oscar Javier Berrío, Jorge Rivera, Henry Serpa, Gustavo García y Juvenal Carvajal, pues la Fiscalía Regional comprobó que éstos militares habían participado el 17 de febrero del 2006 en el asesinato en Montería de Jhon Camargo y Darwin Rivera, oriundos de Caucasia y quienes se habían trasladado a Montería con el objeto de ganarse algo más de un millón de pesos como cuidanderos de una finca.

Los jóvenes en mención fueron reportados el día 18 de febrero del señalado año como muertos en combate. Por este caso la Fiscalía detuvo a Jhonattan Barrio Bautista, quien acogiéndose a sentencia anticipada señaló que él era el encargado de contactar a jóvenes de barrios humildes para que vinieran a trabajar a Córdoba, pero, que luego, los jóvenes pasaban a manos de un personaje conocido con el alias de Bebé, es decir, que en esta industria del crimen hay toda una burocracia de la muerte y en donde los burócratas por excelencia, los militares, ofician sus gloriosas atrocidades. Según lo dicho por Barrio Bautista se puede colegir que hay todo un plan diseñado para mostrar estos abominables crímenes de guerra y de lesa humanidad como actos patrióticos y en defensa del orden de muerte que impera en Colombia.

4. Los militares: Una historia de violencia recurrente.

De que los militares maten indefensos ciudadanos no hay que extrañarnos, pero tampoco hay que perder la capacidad de asombro frente a sus consabidas barbaries; ellos siempre se han deleitado con la muerte y se han sentido a gusto con ella; siempre han odiado la risa y han rendido culto a los cementerios; ellos son necrófilos por excelencia y se sienten héroes matando, pisoteando, amputando brazos y manos y arrojándolo todo a los silenciosos ríos, cuando podían o, en su defecto, ocultando a sus víctimas. Los narcoparamilitares no han hecho nada distinto, sólo emular a los militares, sus eximios maestros. Desde los años ochenta para acá son muy raras las masacres en donde el ejército o la policía no hayan estado por acción o por omisión. Los ejemplos abundan: la Rochela, el contra-toma del Palacio de Justicia, San José de Apartadó, Chengue, El Salao, Pueblo Bello, El Aro, El Nilo, Bahía Portete, Curvaradó y Trujillo, y en donde Policía y Ejército y en una abierta pelea por un botín de la mafia terminaron acabándose unos con otros. ¿Si esto se hicieron entre sí, que se espera que hagan con un ciudadano indefenso?

A los casos de Bogotá, Córdoba, Sucre y demás hay que sumarle el de Casanare, que quizá, puede ser uno de los primeros casos que se denunció acerca de crímenes cometidos por el ejército bajo esta modalidad. El hecho de Casanare comprometió a todo el Grupo de Antisecuestro del Ejército ---Gaula--- y sobre el cual el Juez Primero de Villavicencio dictó medida de aseguramiento en noviembre del año anterior contra el Comandante de este organismo, el Mayor Gustavo Soto y también contra el Teniente Jhon Suancha, el Cabo Segundo Gelver Pérez y varios soldados profesionales. La razón: la desaparición forzada y posterior crimen de Eduardo Pérez Vega, quien fue sacado de la ciudad de Villavicencio ---capital del Meta--- y quien terminó pocas horas después reportado como muerto en combate entre el ejército y las cuadrillas 27 y 28 de las FARC en Corozal, Casanare. Se sabe que quien ordenó la operación llamada Jericó II fue el comandante del grupo. El caso de Pérez Vega, como los casos que ahora son motivo de investigación fue enterrado en su día como NN

5. La mentira oficial

Frente a todo lo anterior y en un ejercicio de cinismo burdo, Juan Manuel Santos, Ministro de Defensa, terminó diciendo hace pocos días que lo que acontece en las Fuerzas Militares es un viejo rescoldo, son los retazos de una práctica según su entender en vía de extinción, algo así como un efecto residual. En sus propias palabras es lo siguiente: “Me dicen que todavía hay reductos de fuerza pública que están exigiendo como resultado cuerpos. Yo me resisto a creer que eso sea cierto”8

Poca duda cabe que sus palabras son tan sádicas y criminales como los actos que han estado cometiendo los militares que él supuestamente debe controlar y que no controla, pues para decir lo que dice y con la impunidad que lo hace, seguro, se requiere una gran dosis de cinismo, por un lado, y por el otro, un inmenso interés de rebajarle gravedad a un asunto que lo compromete a él como Ministro y que pone en evidencia que las famosa estrategia de inculcarle la defensa de los derechos humanos a una tropa acostumbrada a torturar, desaparecer, mutilar, masacrar y un sinfín de equivalencias, sin equívoco alguno, no es tarea fácil y menos para un gobierno en donde su primera magistratura paga para que los militares cercenen o mutilen siempre y cuando eso sirva para consagrar el principio de la Seguridad Democrática, y para mantener también a un gobierno en donde toda suerte de hampones, delincuentes y narco paramilitares de viejo y nuevo cuño puedan pastar y a sus anchas. Es decir que, esta soflama pacifista e hipócrita del Ministro Santos acerca de que “prefiero un desmovilizado a un muerto” no es otra cosa que una vulgar mentira, pues ya sabemos que la palabra paz en su boca es algo avinagrado, es la conjunción perfecta de mentira y violencia, es, en términos del gran Thomas Mann, una simple y llana sangrienta charlatanería.

Ahora algunos miembros del gobierno y los medios se aterran y, sin embargo, algunos como el Ministro Santos dudan que los militares estén detrás de todo esta orgía de dolor y sangre. El Fiscal Mario Iguarán dice en un acto de teatralidad desmedido estar preocupado por lo que acontece y llama a la Unidad de Derechos Humanos de la Fiscalía para que investigue y sólo así se sabe que hay más de 550 investigaciones en las que se presume que lo que hay no son muertos en combate sino crímenes extrajudiciales. Me pregunto no sabe el señor Fiscal y la Unidad de Derechos Humanos que todo esto estaba pasando ¿Por qué ha tenido que destaparse el caso de Bogotá y el de Soacha para que el país y el mundo se entere de las barbaridades cometidas por el ejército en los confines de esta Colombia mil veces ensangrentada? ¿No sabía acaso el Fiscal de las denuncias que sobre el particular hay en la OEA?

6. Las bondades de la Seguridad Democrática la desmienten los militares.

Y todo esto acontece cuando el Presidente Uribe en la ONU hablaba de las bondades de Seguridad Democrática y de lo respetuoso que es su gobierno frente a la promoción y defensa de los derechos humanos. Sus palabras quedan desmentidas hoy por hoy por los militares que el mismo ha incitado a delinquir a través del peligroso juego en el que todo vale con tal de mostrar resultados en materia de seguridad. Más deslegitimada la Seguridad Democrática no ha podido quedar y en este caso se han convertido los militares en los peores enemigos del gobierno de Uribe, pues la deslegitimación no viene hoy agenciada por las críticas de Carlos Gaviria, Gustavo Petro, Robledo, ni del Polo Democrático, ni por parte de Piedad Córdoba ni del Partido Liberal, ni de las ONG defensoras de derechos humanos, sino y quien pudiera creerlo, por los mismísimos militares: Rito Alejo del Río, Paulino Coronado y a todos los que ha denunciado Mancuso, HH y los que han caído por sus nexos con la mafia.

En medio de todo esto, el gobierno de Uribe se agrieta pero no se rompe. Hoy y ante tanta corrupción y violencia desmedida y agenciada por el propio estado se requiere y con urgencia activar un proceso de desobediencia civil que ponga coto a tanta ilegalidad junta. Un gobierno delincuente y que promueve la delincuencia en todos sus órdenes es insostenible política, social y moralmente hablando. El gobierno del presidente Uribe ha demostrado y con crece que su capacidad para hacer fagocitar lo turbio y la componenda no tiene límites. Colombia de la mano del Presidente Uribe pasó de ser una sigla como dice Fran Fanon, a ser una esquizofrenia colectiva. Lo más preocupante de todo lo que en el país acontece es que hay muy poca capacidad para indignarse y para volver indigno a quien nos indigna y ningunea, y para interpelar a quien nos zoologiza con arrogante fiereza.



El huésped de la Casa de Nariño ha hecho creer a un importante sector del país que sin él en Colombia reinaría la nada, el vacío, y no dudo que hay muchos/as que se lo han creído, quizá por eso aún se sostiene en el gobierno muy a pesar de los flancos abiertos y lo fétido que emana de su gestión gubernativa. Pese a todo lo que se sabe de sus más íntimos colaboradores: los escándalos por vínculos con el narcotráfico de muchos de ellos/as y personas del cuerpo diplomático vinculado con el paramilitarismo y demás, éste antes que pensar en un retiro una vez acabe su actual periodo presidencial, piensa, en cambio, presentar una nueva reforma constitucional que le garantice de nuevo la reelección.

7. Cuatro años más, la hecatombe.

Esta claro que el Presidente Uribe y los suyos requieren cuatro años para, entre otras cosas: empobrecer a un más al país, impulsar el desempleo a cifras insospechadas, precarizar el poco empleo que hoy existe, privatizar la educación pública, concentrar aún más el poder, expulsar a campesinos de sus pocas parcelas, a los indígenas de sus resguardos y a las comunidades negras de sus territorios; privatizar aún más la salud, condenar aún más a los desplazados/as a ser extranjeros en el propio país y a que los militares, por supuesto, sigan practicando su política de asesinatos como la que hoy enluta a muchas familias de los barrios pobres de Medellín, Pereira, Montería, Bogotá ……. Hasta cuando entenderás pueblo ciego y sordo que el triunfo de Uribe es el triunfo de la guerra, de la muerte, del hambre y de la legalización y legitimación del narcotráfico, la corrupción y de los crímenes y costos materiales y morales que todo ello comporta. Después de Uribe no reinará el vacío, ante más de lo mismo, atrevámonos a pensar en lo diferente, es propio y apropiado.



1 Ver Diario El Tiempo. Edición viernes 26 de septiembre 2008. Sección Justicia.

2 En: El Espectador.com, edición 25 de septiembre 2008.

3 Oír en Videos la declaración del General. Revista Semana.com, Domingo 28 de Septiembre

4 Camilo Osorio es en la actualidad el Embajador de Colombia en México y quien no halló mérito para juzgar en su día al General Rito Alejo del Río, es señalado de haber acabado con la Unidad de Derechos Humanos de las Fiscalía.

5 Sobre la colaboración de la Décima Primera Brigada a los paramilitares véase la declaración de Rodrigo García Caicedo, principal impulsor de los grupos de autodefensa en Córdoba, Expresidente de Ganacor. El Meridiano de Córdoba, edición 4255, diciembre de 2006. Montería, Córdoba.

6 Los Jóvenes Desaparecidos en Tolú Viejo. Ver Semana.com Septiembre 26 de 2008.

7 Sobre la medida puede consultarse el Diario el Tiempo del martes 7 de septiembre.

8 Ver Diario El Tiempo, septiembre 26 de 2008.


Hugo Paternina Espinosa
Rebelión

LA MONSTRUOSA ESTRATEGIA PARA DESTRUIR RUSIA

Zbigniew Brzinski consejero del Imperio
La monstruosa estrategia para destruir Rusia
por Arthur Lepic*
Zbigniew Brzezinski, ex consejero del presidente estadounidense Jimmy Carter, encarna la continuidad de la política extranjera de los EE.UU, lo que no significa que sea una política de tendencia demócrata o republicana. Gran admirador de Henry Kissinger, Brzezinski siempre ha defendido, alabado y demostrado sumo respeto por los dos conceptos de diplomacia del «maestro», el equilibrio de las potencias llevado a teoría por Metternich y la doctrina «containment» elaborada por George Kennan.



12 de diciembre de 2004

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Temas
Guerra Fría del siglo XXI, la estrategía anti-rusa

Biografías
Zbigniew Brzezinski




Zbigniew Brzezinski preconiza hoy cómo se debe debilitar y acorralar militarmente a Rusia, y está convencido de que la mejor manera es la desestabilización de sus regiones fronterizas, una estrategia política que mucho interés despertó en el equipo del fallido candidato presidencial estadounidense John Kerry, equipo que reclutó a su hijo Mark Brzezinski como consejero para política exterior.

Según el discurso de George W. Bush durante la campaña presidencial del año 2000, hubiéramos podido esperar que asumiera -según la doctrina de su consejero, «el halcón» Wolfowitz-, una actitud rígida, incluso agresiva hacia la Rusia de Vladimir Putin. En vez de eso, hemos observado un trato inédito en las relaciones políticas mutuas de estas dos grandes naciones. Esto ha sucedido después del 11 de septiembre de 2001.

Muchos observadores y analistas estiman que existía un acuerdo entre Putin y Bush, por el cual la administración norteamericana se privaría de criticar las operaciones militares rusas en Chechenia a condición de que Putin no se entrometiera en las intervenciones e injerencias estadounidenses en el Medio Oriente.

Esta explicación no da la debida importancia a los hechos del 11 de septiembre de 2001 y al contrario los trata como si fueran una abstracción. Otro tanto sucede con los elementos provenientes del Kremlin con respecto a los mismos sucesos. Podemos añadir que las administraciones republicanas han dado siempre una mayor importancia al Medio Oriente, mientras que la tradición política demócrata en política exterior se centraliza más en Eurasia.

Para elaborar su estrategia frente a la entonces URSS, y más tarde para los Estados del Este, recientemente emancipados de la influencia soviética, el campo demócrata se ha apoyado -desde que Jimmy Carter asumió el poder-, en un hombre brillante, pero sin escrúpulos, y también un acérrimo antirruso: Zbigniew Brzezinski.

La doctrina de este conocido profesor ha logrado adeptos fuera del Partido Demócrata, por el simple hecho de haber definido el imperativo absoluto de la supervivencia y la prosperidad del Imperio: la conquista de Eurasia.

Este catedrático nació en Varsovia en 1928, hijo de un diplomático polaco. Brzezinski emigra a Canadá a la edad de diez años cuando su padre fue destacado en ese país. Obtiene una licenciatura y una maestría en la Universidad Mc Gill de Montreal, y, posteriormente, un doctorado en Harvard en 1953, convirtiéndose en ciudadano estadounidense poco después. Contrae matrimonio con la hija del ex presidente checoslovaco Eduardo Benes.

Entre 1966 y 1968 se desempeña como miembro del Consejo de Planificación Política del Departamento de Estado de los EE.UU, donde desarrolla la estrategia de «implicación pacífica» frente y hacia la Unión Soviética, todo esto dentro del marco de la Guerra Fría. En octubre de 1966 convence al presidente estadounidense Johnson de modificar las prioridades estratégicas de modo que el «deshielo» sea colocado antes de la reunificación alemana.

Durante la campaña presidencial de 1968, Brzezinski preside el grupo de trabajo encargado de la política exterior del candidato demócrata Hubert H. Humphrey, que perdería finalmente ante Richard Nixon.

El inspirador de la creación de la Comisión Trilateral

A principios de los años setenta, Brzezinski se distingue como analista cuando anuncia proféticamente la llegada de actores mayores al escenario del poder mundial. Se trata de Europa y Japón, cuyas economías se han levantado rápidamente después de la Segunda Guerra Mundial.

En un artículo suyo publicado en la revista Foreign Affaire, en 1970, expone su visión de este «nuevo orden mundial»: «Se hace necesaria una visión nueva y más audaz -la creación de una comunidad de países desarrollados que puedan tratar de manera eficaz los amplios problemas de la humanidad. Además de los Estados Unidos de América y Europa Occidental, debe incluirse a Japón (...)

«Un consejo formado por miembros de Estados Unidos, Europa Oriental y Japón que fomentara encuentros regulares entre los jefes de gobierno, pero también entre personalidades menos importantes, sería un buen comienzo.» El mismo año, Brzezinski lanza nuevas ideas en su nuevo libro titulado: Between two Ages [1], donde explica que ha llegado la era de reequilibrar el poder mundial, poder que debe pasar a manos de un nuevo orden político global basado en un vínculo económico trilateral entre Japón, Europa y Estados Unidos.

La revolución de las técnicas de producción, el cambio de la industria pesada a la electrónica, debía provocar un trastorno de sistemas políticos y una nueva generación de élites en el poder. David Rockefeller, entusiasmado con estos conceptos, lo contrata entonces para crear la Comisión Trilateral y lo nombra director. Esta fue establecida oficialmente en 1973, y reúne a importantes figuras del comercio mundial, de los medios bancarios internacionales, gobernantes y los grandes medios de comunicación europeos, japoneses y norteamericanos.

Cuando ocurrió el primera crisis petrolera, la principal preocupación de estos maestros de las finanzas mundiales fue la de quitarse de encima la responsabilidad de la deuda exterior de los países en vías de desarrollo, dando mayores obligaciones y fortaleciendo el Fondo Monetario Internacional (FMI). También se trataba para los Estados Unidos, debilitados en aquella época por su fracaso militar en Vietnam, de apoyarse en cada extremo geográfico del continente euroasiático, donde tenían gran influencia después la Segunda Guerra Mundial, con la finalidad de mantener y extender su hegemonía.

Esta misión, vista desde afuera, otorga sin dudas a Brzezinski una imagen de defensor de la paz, portavoz de la disminución de la tensión mundial (Guerra Fría) y de las relaciones multilaterales, e incluso -ante los ojos de la extrema derecha-, una apariencia de globalista inspirado en el marxismo.

Para llevar a cabo los grandes planes de la Comisión Trilateral, lo mejor era que uno de sus miembros llegara a ser presidente de los Estados Unidos.

El presidente Carter y el doble juego

Desde la creación de la Comisión Trilateral, el pastor Jimmy Carter era uno de los que con seguridad formaban parte del equipo Rockefeller-Brzezinski. Había abierto las primeras oficinas comerciales para el estado de Georgia en Bruselas y en Tokio, cosa que hacía de él la imagen modelo o el concepto fundador de la Comisión [2].
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Zbigniew Brzezinski inspecionando el arma de un militar paquistaní

Para su nominación como candidato a las elecciones y la elección presidencial de 1976, Rockfeller puso en funcionamiento sus relaciones en Wall Street y a trabajar a Brzezinski, cuya influencia académica al servicio del candidato demócrata Jimmy Carter fue de gran provecho para que ganara las elecciones. Naturalmente, cuando Carter fue elegido, Brzezinski ocupó el puesto privilegiado de consejero de seguridad nacional [3].

Una vez en su silla, Carter definió como prioridad la reducción del arsenal militar nuclear de los dos bloques (EE.UU-URSS). Sin embargo, la crisis de los mísiles SS-20 soviéticos apuntados hacia Europa hizo que Carter reaccionara con el despliegue de los mísiles Pershing, lo que arruinó sus esfuerzos, sinceros o no, y puso a ambos bloques en una situación de desconfianza recíproca.

Se puede constatar que en aquella época el campo soviético tenía buenas razones para sospechar que su adversario realizaba un doble juego: la derrota militar de los EE.UU en Vietnam les obliga a mantener cierta modestia en el plano militar y estratégico, mientras que Brzezinski preparaba su plan de guerra por mandato, para preparar una trampa y obligar a la Unión Soviética a entrar en un conflicto periférico.

La desestabilización del régimen comunista afgano y el financiamiento y entrega de armas a las primeras milicias jihadistas anticomunistas en 1979 provocaron, como previsto, la entrada del Ejército Rojo en Afganistán. Para ello Brzezinski se apoya en los efectivos servicios de espionaje e inteligencia paquistaníes, el temido ISI.

Cuando la revista francesa Le Nouvel Observateur le realizó una entrevista en 1998, Brzezinski reconoció que el equipamiento de las tropas antisoviéticas de Bin Laden era anterior a la invasión rusa y destinado a provocar su reacción:

Le Nouvel Observateur : El ex director de la CIA, Robert Gates, lo afirma en sus Memorias: los servicios secretos norteamericanos comenzaron a ayudar a los mujaidines afganos seis meses antes de la intervención soviética. En esa época usted era el consejero del presidente Carter y su papel fue clave en este asunto. ¿Lo confirma?

Zbigniew Brzezinski : Sí. Según la versión oficial de la historia, la ayuda de la CIA a los mujaidines se inició en el año 1980, es decir, luego que el ejército soviético invadiera a Afganistán el 24 de diciembre de 1979. Pero la realidad, mantenida en secreto hasta hoy, es muy distinta: fue el 3 de julio de 1979 que el presidente Carter firmó la primera directiva sobre la asistencia clandestina a los opositores del régimen pro soviético de Kabul. Aquel día le escribí una nota al presidente en la que le explicaba que en mi opinión aquella ayuda provocaría la intervención de los soviéticos. (...) No empujamos a los rusos a intervenir, pero conscientemente aumentamos las probabilidades de que lo hicieran.

N.O.: Cuando los soviéticos justificaron su intervención afirmando que luchaban contra una injerencia secreta de los Estados Unidos nadie les creyó, sin embargo había un fondo de verdad. ¿No lamenta nada hoy?

Z. Brz.: ¿Lamentar qué? Esa operación secreta era una excelente idea. Tuvo como efecto atraer a los rusos hacia la trampa afgana, ¿y usted quiere que lo lamente? El día en que los soviéticos cruzaron oficialmente la frontera afgana escribí al presidente Carter en esencia: «Esta es nuestra oportunidad de darle a la URSS su Vietnam» (...).

N.O.: ¿Tampoco lamenta usted el haber favorecido el integrismo islámico, haber entregado armas y asesoría a futuros terroristas?

Z Brz.: ¿Qué es lo más importante ante la mirada de la historia mundial, los talibanes o la caída del imperio soviético? ¿Algunos islamistas excitados o la liberación de Europa Central y el fin de la Guerra Fría?» [4]
(Nota de la redacción de la Red Voltaire: el conflicto en Afganistán desde sus inicios en 1979 ha causado miles de miles de muertos, para algunos observadores un millón de muertos y desplazado gran parte de la población civil del país, en la lamentable condición de refugiado, pero para el Sr. Brzezinski los fines justifican los medios).

Al hablar de «algunos islamistas excitados» en esta entrevista, Brzezinski no subestima el poderío de Al Qaeda, pero caracteriza la realidad de lo que los neoconservadores han erigido en mito a fin de justificar su cruzada mundial. Claro que un miembro del Council on Foreign Relations se cuidaría muy bien hoy de ser tan categórico.

Alianza objetiva con China y apoyo incondicional al Shah de Irán

Si bien Nixon y Kissinger habían jugado decididamente con el miedo al cerco de la Unión Soviética, iniciando un proceso de normalización de las relaciones con China, una parte de los más allegados a Carter desconfiaba de este acercamiento que pretendía Brzezinski.
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Jimmy Carter (izquierda), Zbigniew Brzezinski (centro) y Cyrus Vance

Al llegar a la Casa Blanca, Carter había afirmado que optaría por el diálogo con la URSS y guardaría distancia con respecto a la República Popular China, pero su secretario de Estado, Cyrus Vance se enfrentó rápidamente a la obsesión antirrusa de Brzezinski y durante todo su mandato Carter tuvo que esforzarse por conciliar los antagonismos de su administración.

Quien hacía las veces de mediador entre estos dos polos era Richard C. Holbrooke, futuro embajador de los Estados Unidos en la ONU y asesor de John Kerry para la política exterior durante su campaña, junto a Mark Brzezinski, hijo de Zbigniew. Según Cyrus Vance y otros partidarios del diálogo, como el renegado demócrata Averell Arriman, la lógica triangular de cerco sólo podía conducir, en el mejor de los casos, a un malentendido con la URSS, cuando no a la guerra.

Preconizaban el diálogo sobre el desarme y la cooperación con la Unión Soviética para neutralizar los conflictos del Tercer Mundo. La normalización de las relaciones con China siguió en marcha. Brzezinski llegó a ultimar un programa conjunto de cooperación estratégica y a mantener buenas relaciones personales con Deng Xiaoping, lo que le vale ser actualmente bien visto entre los chinos.
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Reunión entre el Shah de Irán, Alfred Atherton, William Sullivan, Cyrus Vance, el presidente Jimmy Carter y Zbigniew Brzezinski en 1977

La misma desconfianza de Brzezinski hacia la URSS se encuentra en su actitud con respecto a Irán, que bajo el régimen del Shah era considerado un baluarte contra la influencia soviética en el Medio Oriente. Así, Brzezinski le aseguró su apoyo al Shah hasta el último momento, y pidió la intervención militar de los Estados Unidos para mantenerlo en el poder incluso cuando una parte de la administración Carter, a la cabeza de la cual se encontraba el secretario de Estado, quería su salida.

Sin embargo, las acciones concretas de Washington fueron dictadas por el punto de vista del Departamento de Estado, y, a pesar de las conversaciones con los generales que derrocaron al Shah para garantizar un régimen moderado al frente del país, fue Khomeini quien ocupó el poder en un ras de mar popular.

Participó con Carter en las negociaciones de Camp David 1 en 1977 y desempeñó un papel en la firma del tratado de paz entre Israel y Egipto sin necesidad de tener que imponer su presencia en el momento culminante de los debates, contrariamente a lo que siempre hizo cuando se trataba de la URSS.

Vuelve la amenaza rusa frente a la hegemonía norteamericana

En 1989 Brzezinski abandona la Universidad de Columbia, donde enseñaba desde 1960, para dedicarse a la elaboración del plan de estatus independiente de Ucrania, lo que marca el inicio de su compromiso con vistas a prevenir el resurgimiento de Rusia como superpotencia. Por el contrario defiende la integración de Rusia al sistema de Occidente y el «pluripartidismo geopolítico» en el espacio de la ex Unión Soviética.

Por otra parte, desarrolla «un plan para Europa» que pasaría por la extensión de la OTAN a las repúblicas bálticas. Sus esfuerzos darán frutos varios años más tarde, especialmente con la integración de las tres repúblicas bálticas a la OTAN en 2002. Durante los años 90 es igualmente el emisario especial del presidente de los Estados Unidos para la promoción del mayor proyecto de infraestructura petrolera del mundo, el oleoducto Bakú-Tbilissi-Ceyhan.

Dicho proyecto representa para él la mejor concretización de sus ambiciones tendentes a impedir el renacimiento de Rusia. Paralelamente preside desde 1999 el Comité Norteamericano para la Paz en Chechenia (American Committee for Peace in Chechnya), instalado en los locales de Freedom House, cargo desde el que pretende intervenir en las negociaciones de paz entre el gobierno ruso y los independentistas dirigidos por Mashkadov.

Sin embargo, estas actividades, cuidadosamente revestidas de buenas intenciones «a lo demócrata» tienen cada vez más dificultades para disimular la realidad subyacente: la de un apoyo encubierto a los independentistas para mantener una guerra periférica, como en Afganistán, a fin de debilitar a Rusia y mantenerla alejada de las ganancias generadas por los recursos del Mar Caspio.

La materialización de la doctrina Brzezinski en el sentido de que «Una potencia que domine Eurasia controlaría dos de las regiones más avanzadas y económicamente productivas del mundo» pasa por la extensión de la OTAN hacia el Este, en lo que trabajó activamente la administración Clinton. ¿Pero cómo venderles esta necesidad de la OTAN a los europeos? «La entidad europea, situada en el borde occidental de Eurasia, y en la proximidad más inmediata de África, está más expuesta a los riesgos inherentes al desorden global creciente que una América políticamente más unida, militarmente más poderosa y geográficamente más aislada (...).

Los europeos estarán más inmediatamente expuestos al riesgo en caso de que un imperialismo chauvinista anime nuevamente la política exterior rusa», explicaba Brzezinski en la revista National Interest en 2000 [5]. Esto tiene el mérito de la claridad: el despliegue de las fuerzas de la OTAN alrededor de Rusia era una medida preventiva. Si Rusia reacciona poniéndose a la defensiva, ello constituiría la prueba de que aspira a restaurar su imperio y a una vuelta al totalitarismo.

Trabajando al mismo tiempo como consultante para BP-Amoco y Freedom House, Brzezinski está encargado en Azerbaiyán de redorar la imagen del dirigente Heidar Alyiev. Para ello no vaciló en calificar al dictador como un «tipo simpático» en una entrevista al New York Times [6]. Como justificación al apoyo anglosajón a la dictadura de Aliyev, Brzezinski argumenta que tras siete décadas de gobierno comunista no puede esperarse que Azerbaiyán y las demás repúblicas de la antigua Unión Soviética adopten la democracia en un lapso tan corto.

Si bien la represión política bajo el régimen de Aliyev tuvo una tendencia a acentuarse durante estos últimos años a medida que disminuían las expectativas sobre las riquezas del Caspio, Azerbaiyán no dejó por ello de pasar del estatus de país «no libre» al de «parcialmente libre» en la clasificación de Freedom House [7].

Al mismo tiempo, en 1999, la secretaria de Estado y discípula de Brzezinski, Madeleine Albright, invitaba a Heidar Aliyev a la celebración del aniversario de la OTAN. Siempre en la misma perspectiva de implantación de la OTAN para permitir a los intereses occidentales, sobre todo petroleros, implantarse en la región, Georgia, Azerbaiyán y Ucrania organizaron ejercicios militares conjuntos el 16 de abril de 1999 auspiciados por el programa «Asociación para la Paz», de la OTAN [8].

Además de sus actividades de consultante para BP-Amoco y Freedom House, Brzezinski apoya o presta su nombre a todo un sistema de fondos y de ONGs (organizaciones no gubernamentales) que apadrinan a las castas, a los intelectuales y a las élites de la antigua órbita soviética.

Por iniciativa del Comité Norteamericano para la Paz en Chechenia, del que Brzezinski es presidente, tuvo lugar una reunión entre los principales líderes del movimiento checheno entre los días 16 y 18 de agosto de 2002, en Lichtenstein, encuentro que se realizó dos meses después del realizado entre Bassaiev y Maskhadov, donde se estableció el acuerdo sobre la dirección común de las «Fuerzas Armadas de la República Chechena de Ichkeria».

Los participantes concluyeron que Chechenia no podía seguir incluida en Rusia, que era necesaria una amplia autonomía y que se imponían negociaciones con Maskhadov. La toma de rehenes de Beslán, reivindicada por Bassaiev, ¿forma parte del proceso de reivindicación de independencia de Chechenia o del proceso de desestabilización de Rusia? [9].

Podemos hacernos algunas preguntas a partir del hecho de que la principal consecuencia de esta acción fue el ascenso de las tensiones entre Osetia del Norte y la vecina Inguchia, es decir, una «balcanización» cada vez más importante de la región.
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Mark Brzezinski

Hoy Zbigniew Brzezinski es sobre todo activo en el seno del CSIS, pero sigue siendo el cerebro del programa demócrata en política exterior, de lo que da fe la obsesión del candidato Kerry, y sobre todo de su compañero de candidatura John Edwards, en lo referente a Rusia.

Según los consejos de Mark Brzezinski, eligieron adoptar como primera prioridad la cuestión del desarme nuclear de Rusia, cuando esta ha recuperado su capacidad de producción de petróleo de antes del derrumbe de la URSS y cuando el Estado ruso se beneficia ampliamente del precio actual del crudo, lo que recientemente le ha permitido duplicar su presupuesto de defensa. La cuestión del peligro del vetusto arsenal nuclear ruso no es por lo tanto algo de actualidad, contrariamente a lo que pretende John Kerry.

Su objetivo es otro, más vinculado a la estrategia de subordinación de Rusia defendida desde hace varias décadas por Zbigniew Brzezinski, pero es más difícil de ahora en adelante convencer a la opinión mundial de que Rusia encarna el mal absoluto y de que si no es subordinada volverá al totalitarismo [10].

Para ello hay que provocar su reacción de igual forma que en Afganistán en 1979, pues contrariamente a los Estados Unidos, está a buen resguardo de problemas de suministro energético para las próximas décadas. Así, verificamos una deriva en el discurso de Brzezinski, que calificaba recientemente a Vladimir Putin de «Benito Mussolini ruso», en entrevistas concedidas al Wall Street Journal et au Novaya Gazetta.
Arthur Lepic
Periodista francés, miembro de la sección francesa de la Red Voltaire esspecializado en los problemas energéticos y militares.