facebook

domingo, 19 de diciembre de 2010

Nos Matan y No Es Noticia

Nos matan y no es noticia.
Qué bueno presentar un libro.
Qué malo que el contenido hable de cosas horribles.
Por las cuales la vida del autor cambió. Persecución, exilio.
La buena vida, que dice Ricardo llevaba como funcionario en Colombia, cambiada por el exilio, el racismo, la falta de trabajo.
Y todo por una guerra para robar territorios y vidas a las gentes colombianas.
Por que hay esa guerra y porque hay esos intereses, No es noticia el asesinato en Colombia.
Y aqui hoy tenemos el reto de rebelarnos contra ese silencio de la muerte y el negocio, con el libro autoría y testimonio de Ricardo, prólogo de Carlos Alberto, y trabajo conjunto de recomposición y edición de alguna gente de Cambalache.
Debemos felicitarnos, por esta rebelión frente a la pasividad, que es mediática, pero que es también política: de las derechas y una cierta tranquilidad de algunas izquierdas ante el genocidio colombiano.
Un libro de testimonio, para conocer y para reflexionar y para actuar en la defensa permanente de los derechos de las personas.
Nuestra contribución empieza ahorita: para divulgar, extender, hacer llegar a muchos rincones este testimonio contra los asesinatos y sus cómplices en el Atrato´colombiano.
Hace pocos dias se presentaba el VI Informe, terrible, escrito y audiovisual, de la Delegación Asturiana a Colombia. Y hace menos dias en una plaza mayor estabamos rechazando el asesinato de otro de los nuestros, de Henry Ramirez.
La cifra de asesinatos es demasiado grande y nos abruma. Tenemos el reto de quebrar esa tendencia, de multiplicar el libro y los testimonios, de romper la maldita impunidad y contribuir al advenimiento de tiempos de paz para la querida gente colombiana.
En esa tarea buscamos cómplices, deseamos hacer contuberniu, aspiramos a alianzas de vida.
Enhorabuena a Ricardo Ferrer  y a todas y todos los presentes.

Libro completo en archivo adjunto

Más información en:

- http://www.pachakuti.org/textos/campanas/paracos/sin-noticia-nos-matan.html

martes, 28 de septiembre de 2010

A PROPOSITO DE LA DESTITUCION DE PIEDAD CORDOBA Y DE LA MUERTE DEL MONO JOJOY.

A PROPOSITO DE LA DESTITUCION DE PIEDAD CORDOBA Y DE LA MUERTE DEL MONO JOJOY.

Hace días me hice el propósito de no volver a escribir sobre temas de la actualidad colombiana, quizás equivocadamente, pero fundada mi decisión en los artículos de prensa y, fundamentalmente, en los comentarios soeces y desproporcionados, de los ciudadanos que los firman. No se dan cuenta que esa actitud descalifica, ética y moralmente, aun llevando razón, a quienes los suscriben. Pero debemos de convenir que su actitud es el reflejo de una política de desinformación, de desconocimiento de las instituciones que nos rigen, de ignorancia supina sobre los manejos del poder, de miedo a lo que ocurre a lo largo y ancho del país, de sometimiento a los dictados de la violencia, de incredulidad ante la ineptitud o la complacencia de los jueces, de sometimiento a quienes utilizando los medios de comunicación narcotizan a los ciudadanos falseando la verdad creando paraísos y nirvanas donde solo existe odio, resentimiento, fanatismo y desdén por el otro que piensa diferente, sirviendo, a contra pelo de la opinión pública, a quienes quieren imponer, desde la caverna, el pensamiento único, que les permita obrar a sus anchas incumpliendo los principios que han jurado defender.

Hoy, después de las lecturas de los diarios y de los comentarios anexos, sobre los temas motivo de esta nota, me propongo llamar la atención de los ciudadanos, especialmente de los jóvenes, en aras de las buenas maneras, de la reconciliación entre los ciudadanos, apostando por salvaguardar los principios fundamentales de nuestra Carta Magna, de modo significativo en lo referente a la libertad de expresión, fundamento sin el cual, la democracia no es posible. Nada agregamos cuando afirmamos que el fallo es del sistema político y, menos aun, cuando señalamos con el dedo a nuestro legitimo contradictor, al opositor, sea este comunista, fascista, liberal o conservador. Debemos comprender que la disposición al desacuerdo, al libre disenso, así se lleve a extremos fastidiosos, es la columna vertebral de una sociedad abierta. La democracia exige, para no naufragar en el marasmo de las opiniones hechas, de la existencia de individuos que se opongan a la opinión de las mayorías, porque una democracia de consensos, como el frente nacional, o de pactos permanentes entre partidos políticos para repartirse el poder, no será una democracia que perdure mucho tiempo.

Entiendo que a las comunidades les resulta más sencilla la vida cuando todos parecen estar de acuerdo sobre su gobernabilidad, lejos de ideas reformistas por buenas que ellas sean, en aras de salvaguardar las convenciones y las formas de convivencia, optando por rechazar al disconforme. Pero también tenemos que aceptar que la vida, desde esa perspectiva restringida, será menos activa y poco satisfactoria. Quien observe con detenimiento las sociedades, las naciones en que su actividad democrática natural se ha detenido, vera que sus instituciones se han desintegrado y que el caos reina para satisfacción de unos pocos que medran a costa del sufrimiento general de los ciudadanos para los cuales gobiernan. Es el precio que se paga por acallar la voz de los disconformes, aceptando luego, en silencio, un círculo cerrado de opiniones y de ideas en el que nunca se permite la voz de la oposición, ni para escuchar el grito desgarrador del silencio impuesto por la fuerza. Me dirá, algún avispado lector, que no es el caso colombiano, solo debo afirmar que, aparentemente las personas siguen siendo libres de decir lo que les venga en gana, pero cuando sus opiniones se apartan de lo que dice el statu quo, son apartadas y marginadas de la sociedad, cuando no, asesinadas u obligadas al exilio. Los ejemplos de este proceder son múltiples en el país, y al parecer, observando los últimos acontecimientos, está lejos de cerrase.

Creo que los ciudadanos en general, los intelectuales y los jóvenes en particular, están en mora de participar activamente en la vida política de la nación. No podemos aceptar “el no me importa la política”, porque es dejar en manos de desaprensivos la forma en que debemos gobernarnos, la forma en que debatimos nuestros intereses comunes, el problema no es, ni se centra en saber, si estamos o no de acuerdo con un acto legislativo sino en la forma en que se debate y los actores interesados o no en que salga adelante. Es asombroso observar como las sociedades han ido aceptando, sin protestar, la invasión indebida de sus derechos personalísimos, por no hablar de la invasión de Irak, el racismo, la homofobia, las diferencias de clases, etc. En el siglo pasado los intelectuales fueron la voz en defensa de las libertades: Se identificaron con las protestas contra el abuso de poder por parte del estado secundados por los jóvenes que exigían un cambio de las instituciones que consideraban caducas y alejadas de la realidad social a las que se aplicaban. Hoy, tanto unos como otros, quizás sometidos por el miedo, hablan y escriben a contrapelo de lo que ocurre en las sociedades avanzadas. Los ciudadanos en general, los intelectuales y los jóvenes en particular no deben olvidar que si renuncian a la política activa abandonan a la nación en manos de políticos corruptos, de funcionarios mediocres y venales, y al vaivén de los intereses desmedidos de las multinacionales y de los grupos de presión. Por lo mismo no debemos abandonar el desafío de la renovación tanto de las instituciones cuando la costumbre lo demanda como de la clase política existente cuando sus principios y valores lesionan el interés general.

El disentir, la disconformidad, la disidencia, la oposición siempre han sido obra de mentes jóvenes y renovadoras. Para corroborar este aserto basta con mirar las páginas de la historia: la revolución Francesa, La revolución Americana, La independencia de América del Sur, La revolución de Octubre, el New Deal, la Europa de la posguerra, el movimiento del 68, fueron movimientos liderados por jóvenes. Frente a los excesos del poderes más probable que los jóvenes los afronten y exijan su solución, que se resignen a ser sometidos y a acallar sus conciencias. Pero, como ocurre hoy día, también, debido mas a la desinformación y a la persistencia de los desarreglos sociales, que se sometan más que sus mayores a caer en el apoliticismo desviando sus intereses hacia cosas superfluas, o a aquellas otras que llaman su atención y que llenan intelectualmente el espacio vacío que les deja la política, como las ONG, Green Peace, médicos sin fronteras, etc., con la disculpa de que, “la degradación política no es cosa nuestra”. No son conscientes de que la sociedad en que viven, las instituciones que se ha dado solo podrán seguir existiendo en la medida en que su compromiso con la gestión de la cosa pública no decaiga.

Todo lo que tiene el ciudadano para defender el interés general son las elecciones a los consejos municipales, a las asambleas, a los cuerpos legislativos y al ejecutivo. Son estos los únicos medios que poseemos para convertir la opinión ciudadana en acción ejecutiva dentro de la ley para poder convivir en paz y armonía. Por todo ello es fundamental la garantía de las libertades ciudadanas, en especial, aquella que defiende la libertad de expresión, la expresión del legitimo contradictor. El fracaso de la democracia trasciende las fronteras y nos muestra ante extraños como fieras en un estado fallido. Jóvenes, que no sea ese nuestro destino, actuemos siempre en política como si estuviéramos frente a una catástrofe inminente: Espíritu crítico, imaginación permanente y voluntad de acción ejecutiva. Para salir del subdesarrollo necesitamos leyes nuevas, sistemas electorales diferentes, participación activa de todo el espectro político: Liberales, conservadores, comunistas, socialistas, fascistas, socialdemócratas, etc., restricciones efectivas a los grupos de presión, legislar con rigor la financiación de los partidos políticos, encontrar los medios legales para que las autoridades elegidas o no respondan por sus acciones ante la ley y ante los ciudadanos a quienes se deben y que son en ultimas quienes con sus impuestos les pagan.

El encabezamiento de esta nota indicaba que íbamos a hablar de Piedad Córdoba y del Mono Jojoy. No lo he hecho, pero sí de las causas que dan lugar al extravío de algunos ciudadanos y al peligro que entraña el desconocimiento del derecho constitucional de la libre expresión dentro del arco social y parlamentario. Los jueces no están para judicializar la política sino para hacer respetar la ley y perseguir a los criminales. Fueran más efectivos, y le sirvieran mas a la nación y a la democracia, si persiguieran con ahínco y denuedo a los criminales, a los paramilitares, a quienes desde el deber de defender a las instituciones se han dedicado a ofrecer el denigrante espectáculo de los falsos positivos, si utilizando todos los medios que les ofrece el código penal pusieran entre rejas a todos los que se han enriquecido ilícitamente, medrando del presupuesto desde los cargos públicos, o aceptando sobornos para cometer cohechos y prevaricatos. Los jueces no deben olvidar que del buen cumplimiento de gestión que se les ha encomendado, de la correcta aplicación de la ley, depende de forma sustantiva la supervivencia de la democracia.

Hoy, visto lo visto, ante la invasión abusiva de nuestros derechos personalísimos los ciudadanos tenemos que organizarnos en asociaciones efectivas que nos permitan acceder, por derecho, en las decisiones que afecten la vida comunitaria. Ello requiere la exigencia irrenunciable de un cambio fundamental en las estructuras institucionales. Leyes nuevas que le permitan al ciudadano una mayor participación democrática en las decisiones que afecten a la sociedad. Los jóvenes y los intelectuales tienen la obligación de encabezar esta cruzada.

Carlos Herrera Rozo

lunes, 31 de mayo de 2010

EFRAIN PEREZ BALLESTEROS

EFRAIN PEREZ BALLESTEROS
Para casi todos los que nos dedicamos a la escritura, la memoria se convierte en el génesis de la fantasía, en el inicio impredecible de un largo viaje hacia la ficción. La memoria, los recuerdos, el mito, las invenciones, el tiempo y el que hacer diario se mezclan en la literatura de una manera tal que, traspasando el mundo de la realidad, lo recordado se transpone en lo soñado: Al mirar los cuadros de Efraín Pérez nos asalta de pronto la sensación de que nos encontramos ante la narración de un paisaje descrito por Faulkner o por García Márquez. Un ejemplo de lo que afirmamos lo encontramos en el Francés Javier Marimier, quien al describir una tormenta en los Andes escribió:" Hay tempestades que pueden durar hasta cinco meses. Quienes no hayan visto esas tormentas no podrán formarse una idea de la violencia con que se desarrollan. Durante horas enteras los relámpagos se suceden a manera de cascadas de sangre, rápidamente la atmósfera tiembla bajo la sacudida continua de los truenos, cuyos estampidos repercuten en la inmensidad de la montaña. Pocos de nosotros viven con tanta intensidad como para nunca sentir nostalgia de aquel reino Saturnino al que Virgilio, Shakespeare, Rafael o Claude pueden llevarnos en volandas.

Me he planteado la pregunta obligatoria, al mirar con detenimiento la obra pictórica de de Efraín, de si, ¿pinta un cuadro o nos narra una historia? Y la verdad se disuelve al comprender que él pretende narrar una historia, sujetarla estrictamente a la realidad de lo vivido, pero que, con más frecuencia de lo que él quisiera, naufraga para contento nuestro, en el mundo iridiscente del color, que es en suma un simulacro de lo recordado convertido, gracias al arte, en el espectáculo de la naturaleza eternizada.

Se da la especial circunstancia de que la obra de Efraín Pérez se desarrolla en latitudes diferentes de acuerdo a sus querencias y añoranzas; cuando esta en España, en las Islas Baleares, sus recuerdos y su pincel se inclinan por los paisajes de su infancia en tierras Boyacenses y, cuando viene a Colombia, tras sus ancestros, le persiguen los demonios mallorquines volcando toda la fuerza de su creación en ese otro mundo que le atenaza el corazón donde ha visto crecer a sus hijos y descansa en el regazo de lo que mas ama.

No pretendo hacer de critico de arte, lejos de mi tamaño desliz, solo pretendo glosar de modo sucinto esta exposición, más por la amistad que nos une y por el interés común por las artes y las letras, que por elaborar una apología de su obra. Ella por si sola sabrá hacerse un lugar en la memoria de quien la vea por la inquietud sembrada por la plasticidad de sus imágenes. El arte, como la literatura, nos acercan a una realidad sublime: Al niño que llevamos dentro, que va siempre en busca del amigo invisible, que no es una fantasmagoría malsana sino el glorioso descubrimiento de una mente que aprende a ejercitar todas sus facultades. Seguramente es ése el momento, misterioso y eterno, en que nace un nuevo artista.

Carlos Herrera Rozo.